Situada en la región de Languedoc-Rosellón, distrito de Montpellier, Séte es un bonito poblado costero. Se encuentra atravesado por diversos canales entre el Mar Mediterráneo y la laguna de Thau.

Toda la animación del lugar se desarrolla en torno a la zona peatonal y al canal, conociéndoselo con el nombre de la Pequeña Venecia de Languedoc.

Estas tierras estuvieron habitadas desde finales de  la Edad de Bronce , existiendo en la actualidad vestigios que recién fueron descubiertos en el siglo XX, más precisamente en el año 1973 y se encuentran bajo el agua en el estanque de Thau a una profundidad de aproximadamente unos dos metros.

En el pasado, cuando lugares como Italia y Grecia se encontraban en plena etapa comercial, la montaña de Séte era la referencia utilizada por estas civilizaciones, además de representar un refugio para los navegantes.

Esta colina se mantuvo muy poco poblada hasta fines del siglo XVII, ya que sólo algunos pescadores de villas vecinas llegaban hasta ella en busca de peces que se encontraban en el llamado Estanque de Thau.

Sin embargo, el lugar comenzó a poblarse en el siglo XVIII y pequeñas cabañas fueron construidas con piedra, dándoles el nombre de “barraquettes”.

Entre las tradiciones de la época se destacaba el hecho que los domingos todas las familias subían a las laderas de esa colina y pasaban allí el día.

Pasaron los años y existió un proyecto impulsado por Enrique IV en 1596 para que se construyera allí un puerto, favoreciendo la exportación de todos los productos de la región de Languedoc, pero el proyecto no prosperó en ese momento.

Diversos eventos tienen lugar en Séte como el de Saint Louis, fiesta patronal de Séte que se realiza en el mes de agosto, anterior a ella en julio se hace la Fiesta de los Pescadores, una manifestación popular muy colorida e interesante para asistir.

Otra de las tradiciones del lugar son las Justas que comenzaron a realizarse en 1666. Se trata de combates que es posible ver desde gradas o desde el muelle.

Estas luchas llamadas “justas” reflejan el alma de la ciudad y más que un deporte podríamos decir que es una tradición muy arraigada, donde los participantes que se encuentran en las barcas buscan no caer al agua y para lograrlo cuentan con una lanza de madera que utilizan para empujar y un escudo con el cual se protegen de los adversarios.

En las barcas van diez remeros y en la parte delantera se ubica un oboe y un tambor. Con estos instrumentos se tocan melodías típicas de las “justas”.

Estos torneos tienen lugar durante todo el verano, pero el de mayor importancia es el de St. Louis que se realiza a finales del mes de agosto, donde el vencedor es considerado como una estrella. Los participantes están obligados a respetar las reglas del juego, que son realmente muy estrictas, ya que de lo contrario son descalificados.

En cuanto a la culinaria de Séte tiene como particularidad que se inspira especialmente en la cocina napolitana, los productos que provienen del mar y del estanque.

Entre las especialidades de esta culinaria se encuentran la bullabesa, calamares rellenos, tielle y el macaronade, siendo posible saborear estas otras delicias en los diferentes restaurantes de la ciudad.

También es posible degustar su gastronomía en los bares y restaurantes de la playa, existiendo algunos en la ciudad que brindan también un show durante la cena.

Un paseo en barco es otra estupenda manera de conocer Séte, tanto el corazón de la ciudad como sus muelles o descubrir los fondos marinos de la región, nadar en el mar y en la piscina llamada Raoul Fonquerne.

Un lugar maravilloso y diferente para recorrer en un próximo viaje a Francia.

Fuente: foto

por Daniel

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