Francia es un país de contrastes por un lado París con todo su glamour, intensidad y belleza y por el otro pequeños y pintorescos pueblos que parecen salidos de una postal de viaje.
Así es Rocamadour un hermoso poblado del departamento de Lot al sureste de Francia en la región de Midi-Pyrénées, que además de su belleza natural llama la atención el hecho de que se encuentra como suspendido de los acantilados.
Pintorescas casas que escalonadamente hacen un camino hacia el cielo, este poblado es una excelente opción para visitar en un viaje de turismo rural de fin de semana.
Famoso por albergar el Santuario de Santa María de Rocamadour más de un millón de visitantes llegan hasta aquí todos los años cumpliendo promesas y demostrando su fe.
Formado por un castillo, siete santuarios y una interminable escalera con 250 peldaños, es también la parada obligada de muchos peregrinos que llegan al lugar siguiendo el Camino de Santiago.
Historias antiguas y misteriosas rodean el pasado de Rocamadour donde podremos descubrir el encanto de antiguas capillas e iglesias y adentrarnos en la Cripta de San Amador que se encuentra totalmente construida en la roca.
Desde un mirador natural que lleva por nombre L’Hospitalet podremos disfrutar de una vista panorámica del pueblo y su llamativa construcción vertical y en lo alto del acantilado se encuentra Le Fort, la fortaleza que durante siglos tuvo como misión custodiar y defender los santuarios y tesoros del lugar.
Para acceder al santuario es necesario utilizar el teleférico que nos llevará hasta es castillo y de allí bajaremos hasta Michelet donde hallaremos los santuarios, que durante siglos recibieron peregrinaciones provenientes compuestas por fieles de todos los lugares del mundo y de todas las clases sociales, como el Rey Enrique II de Inglaterra, Alfonso III de Portugal y Luis XI de Francia.
Luego de subir la magnifica escalera se llega al centro religioso que se encuentra rodeado de iglesias y capillas construidas en la piedra.
En la Capilla de Notre Dame podremos admirar la imagen de la virgen negra Santa María de Rocamador, tallada en madera en el siglo XII, que debe su color oscuro al hollín de las velas que los peregrinos dejan junto a ella. También descubriremos la Cripta de San Amador totalmente construida en la roca.
En el casco antiguo de la ciudad que se encuentra a los pies del santuario nos brinda una vista con detalles del medioevo, siendo una única calle en la que encontraremos tiendas para llevarnos algún recuerdo del lugar.
Otra diversidad de atracciones nos sorprenderán como el Bosque de los Monos, el Peñón de las Águilas, el Museo del Juguete Antiguo y la Casa de las Abejas, son sólo algunos ejemplos.
Y luego de haber visitado todas estás bellezas nada mejor que hacer una parada en alguno de los restaurantes de la zona para disfrutar de sus sabores con una culinaria rica en perfumes y sabores, el famoso foie gras, el queso de cabra “el Rocamadour”, las trufas y setas harán las delicias de todos.
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